Esta escritura obsesiva de los hechos biográficos pasados por parte del narrador se convierte en otra vía de acercamiento al libro con que dialoga tácitamente toda la novela. El extranjero de Albert Camus -secreto contramodelo narrativo y vital del leído Riutort- está presente con tal intensidad en su relato como silenciosamente su divorcio. Durante su viaje para enterrar a la madre, la voz de Mersault se niega a añorar cualquier recuerdo, al más mínimo sentimiento filial, para así reafirmar su rechazo o imposibilidad de vínculo alguno. Ni hablar de ser partícipe de la sociedad. En su viaje para enterrar a la madre, la voz de Riutort tampoco cede a la manifestación de la pena, a nostalgias o culpas. El rechazo del sentimentalismo se expresa en escribirlo, simular que está haciendo públicos -y efectivamente lo hace- los sucesos que constituyen una inefable hebra personal hasta la muerte de la madre. El hijo que se siente "etrangier" en su casa y fuera de la casa ya no está parado en una playa desierta, como en la novela de Camus; está de pie en una ciudad atiborrada de extranjeros como él, en un mundo donde nadie parece estar desvinculado y él mismo espera los mensajes y llamadas a su teléfono móvil de familiares y amigos que lo requieren. Entonces la voz de este hijo se abre a todas esas voces que circulan, se convierte en un pastiche, se desdobla y se mira desde todas las perspectivas imaginables, desde otro tiempo y desde otras voces, incluyendo escrituras ajenas, cartas, poemas, y el relato se llena de comas y de enumeraciones, de fragmentos -para que no cueste leer- y guiños simpáticos al lector.
Desde Walter Benjamin, desde la escritura de la Biblia o acaso desde que el ser humano tuvo conciencia de sí mismo -¿inteligencia se llama eso?- la palabra exilio ocupa ese acantilado semántico que tiene que ver con la sensación de muerte, de alejamiento de un sentido de vida o de Dios que en el siglo XX se llamó absurdo, depresión, pero que antes se llamó melancolía, spleen, sino trágico, demonio, y siempre se ha llamado desamor. La burla del tiempo evoca ese exilio como resonancia perdurable de aquel exilio cotidiano de los expatriados por Pinochet durante los setenta y ochenta, aunque también como una distinta lectura -contradictoria, paródica y ridícula- de la ideología existencialista que posibilitó tales prácticas políticas. Y esa lectura se vuelve más compleja, la burla se acerca más al espejo cuando la novela es enmarcada por dedicatorias a personas de carne y hueso, que inmediatamente vienen a ocupar el lugar de los personajes, y la voz de Riutort deja que la confundan con la del autor Electorat.
Agradecimientos a:http://www.sobrelibros.cl/content/view/214/2/


No hay comentarios.:
Publicar un comentario